Por: Ricardo Sánchez Ángel
Doctor En Historia
Profesor Universidad Nacional
Hace 90 años, primero un puñado, y luego un movimiento multitudinario de jóvenes estudiantes de la Universidad de Córdoba en Argentina, llevaron a cabo una rebelión por la reforma universitaria que se extendió a toda Nuestra América. Partían de una crítica radical, demoledora, pero no por ello desprovista de veracidad y razón, al sistema vetusto de la universidad tradicional que había adoptado, en el mejor de los casos, los ecos del positivismo y el liberalismo y mantenía una actitud de copia, de mímesis, reproduciendo esquemas de dominación señorial y elitista. Era una institución que pretendía estar aislada de las grandes revoluciones, la mexicana y la rusa, y de las transformaciones en las ciencias, las artes, las filosofías y el derecho.
Su esquema de organización era vertical, autoritario, y excluía la participación de los estudiantes y profesores, quienes no eran aceptados, sino tolerados, en la vida universitaria. El profesorado no estaba conformado como un cuerpo profesional, con tiempos completos, especializado en el quehacer investigativo, sino que era reclutado de las clientelas de abogados, médicos, sacerdotes e ingenieros, quienes se desempeñaban como catedráticos. Sólo un puñado controlaba el gobierno y la administración de la universidad y realizaba una gestión de vigilancia y castigo, de discriminación y conservación del tradicionalismo.
En casos como el de Colombia, la herencia de la contrarreforma hispano-colonial, del Concordato y la Constitución de 1886 eran celosamente conservadas, como convento y cárcel, por la universidad pública. No siempre la Universidad Nacional ha sido territorio del libre pensamiento, de lo laico y pluralista; aquí ha tenido presencia igualmente la intolerancia y la inquisición.
Cuando se fundó la Universidad Nacional como institución moderna, en la República liberal, no se logró a plenitud el objetivo de la reforma universitaria, pero se alcanzaron momentos de realización de sus propósitos académicos, como sucedió en el período de la rectoría del maestro Gerardo Molina.(1) El epílogo de esta primavera democrática, de realizaciones culturales y científicas, fue el cierre, control y oficialización de la Universidad Nacional después del 9 de abril. Durante la violencia y la dictadura, ¡la Universidad llegó a tener a un militar como rector!
El movimiento de Córdoba fue internacional americano, recorrió el continente de país a país hasta México y Cuba. Articuló la tradición renovadora de la independencia de España, haciendo suyo el legado de Simón Bolívar de la unidad y confederación de América Latina. Dialogó y aprendió de nuestras corrientes intelectuales y educativas más arraigadas en lo popular-nacional, como son los planteamientos de Simón Rodríguez de hacer del indio, el negro, el campesino, los artesanos y los trabajadores, de manera principal, sujetos sociales de la educación para crear una ciudadanía democrática real e ir más allá de la escuela única como herramienta meramente integradora de las clases para formar naciones. Lo mejor del cosmopolitismo y el internacionalismo, pero a condición de ser incorporado al legado indoamericano, con sus saberes y tradiciones derrotadas por obra de la conquista y la colonia, pero sobrevivientes en la memoria y resistencia de pueblos y comunidades indígenas y afrodescendientes.
A esta tradición apuntó el movimiento de la juventud de Córdoba en 1918. Su programa planteó ligar la universidad a la clase trabajadora, propiciar la unidad del trabajo intelectual y el material, ventilar con las ideas renovadoras los viejos claustros, refrescar la imaginación científica y de las artes, hacer del diálogo y el escrutinio un paradigma de enseñanza y aprendizaje. De allí surgen las Universidades Populares, la extensión a la comunidad, el reordenamiento de prioridades y recursos.
El lema era llevar la universidad al pueblo, y éste a la universidad. La aparición de la cátedra libre, el laicismo; programas construidos por las comunidades académicas; publicaciones, elecciones de representantes y directivos con participación de estudiantes y profesores; defensa pública de las tesis de grado; investigación, bibliotecas, laboratorios; abolición de la censura; apertura a los pobres, indígenas y afrodescendientes; bienestar universitario: procesos que se desarrollaron en el siglo XX, tuvieron su origen en la Reforma de Córdoba.
Los estudiantes en los distintos países del continente realizaban encuentros nacionales e internacionales, siendo el año de 1910 el que concentró la dimensión internacional de sus objetivos iniciales. Se crearon federaciones y casas de estudiantes. En Colombia, el programa de 1924 se plantea la autonomía y la participación estudiantil con nuevos métodos. Se destaca el Tercer Congreso Nacional de Estudiantes en 1928, en que aparecen temas como la mujer en la educación y asuntos directamente políticos como la lucha contra las dictaduras y la oposición al imperialismo, además de reafirmar todos los elementos de una reforma universitaria en los lineamientos de la reforma de Córdoba. Entre el 5 y el 9 de junio de 1929 se realizó un vigoroso movimiento estudiantil con sectores populares contra la “rosca” que gobernaba Bogotá y que incluyó banderas de solidaridad con la reciente huelga de las bananeras.(2) En estas protestas fue asesinado el estudiante Bravo Pérez. Este movimiento fue decisivo en la caída de la hegemonía conservadora.
El movimiento estudiantil será igualmente solidario en los años veinte y treinta tanto con la lucha de Sandino y su ejército revolucionario, como con la República Española, entre 1936 y 1939. Es el internacionalismo.
Con la fórmula del cogobierno se abonó el paso a una democratización de la Universidad que, con distintos grados de intensidad, se ha venido desarrollando en distintos países. El cogobierno no es dogmáticamente paridad de estudiantes y profesores, sino su representación adecuada.(3)
Como es sabido, el 9 de abril partió la historia de la nación colombiana y se abrió un periodo de contrarrevolución y resistencias contra los gobiernos conservadores de Ospina Pérez y Laureano Gómez, primero, y, luego, del General Rojas Pinilla. En esta resistencia, la juventud estudiantil jugó un papel de agitación y propaganda, que fue creciendo paulatinamente hasta lograr la democracia de la calle mediante grandes manifestaciones como las del 8 y 9 de junio de 1954, en cuyo transcurso fue asesinado el estudiante Uriel Gutiérrez. De nuevo los estudiantes llevaron la inconformidad a los barrios populares y operaron como correa de transmisión a las distintas ciudades y pueblos de la geografía colombiana. Su papel fue destacado en la caída de la dictadura del General Rojas Pinilla, en especial, el 10 de mayo de 1957. Desde el comienzo el Frente Nacional captó durante un breve tiempo los cuadros y sectores importantes de los estudiantes que habían cumplido en las jornadas antidictatoriales. Sin embargo, paulatinamente fue dándose un proceso de politización hacia la izquierda, como producto del triunfo de la revolución cubana y de otros movimientos antidictatoriales y de liberación nacional en América Latina y otros continentes.
Durante el Frente Nacional se dieron luchas directamente políticas por parte de la juventud contra el bloqueo a la revolución cubana, contra la injerencia norteamericana y a favor de las causas populares. En su seno, se formaron o, en todo caso, tuvieron amplia participación distintos movimientos de izquierda, especialmente el conformado por el sacerdote y sociólogo, profesor de la Universidad Nacional, Camilo Torres Restrepo: el Frente Unido del Pueblo. Duras batallas se dieron además por la democratización de la Universidad, el ejercicio real de la autonomía y la despolitización perversa del clientelismo del Frente Nacional en la institución universitaria.(4)
Hace cuarenta años se dio una oleada internacional revolucionaria de la juventud en Francia, con mayo del 68, que se prolongó en distintos países no sólo europeos, como Italia, Alemania y Checoslovaquia, sino en México, Caracas, Buenos Aires, Lima, Quito, San Pablo, ¡qué sé yo! Entre nosotros fue extensa e intensa en Bogotá, Cali, Medellín. Todo el país educativo se estremeció. La juventud se manifestó contra el paternalismo y los valores del conformismo burgués, y por democracia, real autonomía universitaria y apoyo a las luchas sociales entre nosotros. De nuevo el internacionalismo.
Lugar destacado van a ocupar las luchas adelantadas entre 1971 y 1973 en la mayoría de las universidades colombianas –no solo públicas, sino en varias privadas– por la reforma universitaria con contenidos modernos, democracia en la instituciones, protagonismo de estudiantes y profesores y programas renovadores en ciencia, cultura, artes y filosofía. Fue un movimiento de crítica al desarrollismo y los modelos tecnocráticos impuestos por las agencias de Estados Unidos, un movimiento idealista y realista al mismo tiempo, en sus propósitos y en la vasta audiencia nacional en que logró ganar la simpatia.(5)
Estamos ya en el proceso de desmonte del modelo económico por sustitución de importaciones con industrialización y hegemonía compartida de la oligarquía cafetera y los grandes empresarios hacia las formas de concentración y centralización del capital, primacía de los modelos financieros, transnacionales, de privatización y libre comercio. En estos escenarios, los movimientos estudiantiles enfrentaron una lucha de resistencia bastante aguda y significativa para preservar y ampliar los espacios conseguidos a favor de una universidad pública y democrática. Son muchas las jornadas, los programas, las confrontaciones, los jóvenes estudiantes asesinados y desaparecidos que se van a dar durante todo este periodo hasta la actualidad.
Conviene afirmar de manera contundente que es a la juventud y a su rebeldía que se deben los cambios más positivos, y no a la tecnoburocracia educativa. Es al legado de 1918, renovado por tantas luchas libertarias, igualitarias, de realizaciones artísticas, científicas, al que debemos apuntar como tradición renovadora. Hoy enfrentamos una ofensiva de privatización y mercantilización de la educación en el contexto de modelos neocoloniales y de sobreexplotación de todas las actividades económicas, sociales y naturales. Con motivo de una nueva ley de educación superior ha comenzado la movilización, que en sus primeras jornadas ha sido multitudinaria en las universidades Nacional, Distrital y Pedagógica en Bogotá, al igual que en Cali, Medellín y otras ciudades.(6)
Notas de pie de página:
Ver de Aguilera, Mario (Editor). Universidad Nacional de Colombia: Génesis y Reconstitución, 1826- 175 años; 1867—134 años. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, primera edición, septiembre, 2001. Ver de García, Antonio, La Crisis de la Universidad. La Universidad en el proceso de la sociedad colombiana. Bogotá, Plaza & Janés, 1985. También de Jaramillo Jiménez, Jaime Eduardo. Universidad, Política y Cultura. La Rectoría de Gerardo Molina en la Universidad Nacional de Colombia, 1944-1948. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/Unibiblos, 2007. Igualmente de Aguilera, Mario (Editor). Gerardo Molina y la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, primera edición, 2001. De Sánchez Ángel, Ricardo ver: El Significado de la Libertad de Cátedra. En: Revista Educación y Cultura, No. 57. Bogotá, julio, 2001, pp. 31-37.
Ver de Montaña Cuéllar, Diego. El Movimiento Estudiantil de 1925 a 1930, en: Colombia, País Real y País Formal. Bogotá, editorial Latina, S.F., pp. 136, 139. De este mismo autor ver Memorias, El capítulo El 8 de junio de 1929. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, 1996, pp. 107-112.
Para una valoración del Movimiento de Córdoba ver: Cuneo, Dardo. La Reforma Universitaria, 1918-1930. Caracas, Biblioteca Ayacucho, No. 39, S.F. También: Mariátegui, José Carlos. La Reforma Universitaria. En: Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Lima, Amauta, 1968, p.115. Igualmente de Sánchez Ángel, Ricardo. La Unidad de América Latina en Clave del Joven Haya de la Torre. En: Bonilla, Heraclio (Editor). Haya de la Torre y la Integración de América Latina. Lima, Universidad San Martín de Porres/Convenio Andrés Bello, 2009, pp. 91-115.
Ver de Ruiz Montealegre, Manuel. Sueños y Realidades. Procesos de Organización Estudiantil 1954-1966. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, primera edición, septiembre 2002. También ver de Aguilera, Mario (Editor). Camilo Torres y la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, primera edición, septiembre, 2002.
Ver de Cote Rodríguez, Jorge. El Movimiento Estudiantil de 1971: Entre la Homogeneidad y la Heterogeneidad. En: Archila, Mauricio et.al. Una Historia Inconclusa. Izquierdas Políticas y Sociales en Colombia. Bogotá, Cinep/Colciencias, 2009, pp. 413-462. Ver de Sánchez Ángel, Ricardo. Documento-Testimonio Sobre el Movimiento Universitario 1968-1972. En: Revista Politeia No. 10. Universidad y Estado. Bogotá, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Colombia. Octubre, 1992, pp. 106-111.
Ver de Sánchez Ángel, Ricardo. Educación y Libre Comercio. En: Revista Internacional Magisterio, No. 11. Bogotá. Octubre-noviembre de 2004; y Educación y Liberalismo Económico, En: La Emancipación de los Derechos Humanos. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, 2007, pp. 57-64. Igualmente de mi autoría La Reforma Universitaria, Mercantilización. En: www.polodemocratico.net/opinion.
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